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Queridos parroquianos,
Cristo ha nacido y continúa naciendo en nuestros corazones. La temporada de Adviento ha terminado, ahora es nuestro tiempo para proclamar a ¡Emmanuel, el Dios con nosotros!
Espero y oro que este tiempo de Adviento haya sido un tiempo de reflexión para todos nosotros al prepararnos para construir, nivelar y aplanar el camino al nacimiento de Cristo, sabiendo que Cristo nos trae salvación y el perdón de nuestros pecados. Navidad es un tiempo de Alegría porque recordamos cuando Cristo se encarnó en un humano frágil y, desde nuestra humanidad, nos guía como nuestro pastor hacia el Reino del cielo, que El ganó para nosotros a través de su pasión, muerte y resurrección. Sin embargo, Navidad es también un tiempo de Esperanza ya que vivimos en la expectativa de su segunda venida en gloria y majestad.
Estaremos entrando a un año Jubilar (la Iglesia celebra uno cada 25 años) que el Papa Francisco nombró el Año de la Esperanza. Un gran nombre, especialmente por el tiempo en el que estamos viviendo. Con guerras, violencia, enfermedades y otras cosas negativas, aunadas a la falta de valores cristianos, tendemos a pensar negativamente, pero si permitimos que la Luz de Cristo ilumine nuestros senderos, seguramente podemos cambiar no solo nuestra percepción del mundo actual, pero también, junto con Cristo, podemos ser la fuerza que cambie todo para bien, ya que para Dios nada es imposible.
Con su encarnación, Cristo nos enseña a mirar a aquellos que están necesitados, como El nos vio a nosotros. A través de su ministerio nos enseñó que es posible abrir nuestros oídos a la palabra de Dios y a escuchar a los que sufren; a abrir nuestra boca para alabarlo y para hablar por los que no tienen voz; a abrir nuestras manos a aquellos que están necesitados. El nos puso el ejemplo de cuidar a los enfermos e incluso, de alimentar a los hambrientos, así como El nos alimenta constantemente con su Cuerpo y su Sangre en cada Eucaristía. En otras palabras, El nutre nuestra Esperanza para que, al ser Uno en El, todo pueda cambiar para bien, aún esos horrendos pecados contra su Amor y contra la humanidad. La humanidad que el abrazó con tan gran Amor.
Que esta Navidad esté llena de Alegría, Amor y especialmente Esperanza al recibir y compartir con otros la llegada de Cristo a nuestros corazones.
¡Feliz Navidad y Próspero y muy Esperanzador Año Nuevo!
Fr. Manuel Fragoso Carranza
Párroco.
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